Reflexiones Sacerdotales

Queremos en esta Sección abrir un espacio, e invitar a participar en él a nuestros ASESORES ECLESIASTICOS, con el objeto de que puedan ir haciéndonos aportes y reflexiones en torno a nuestro CARISMA, nuestra ESPIRITUALIDAD, las LINEAS PASTORALES, BIBLICAS Y TEOLOGICAS de nuestro Movimiento, el KERIGMA, lo FUNDAMENTAL CRISTIANO, y en fin sobre cualquier tema que desde su perspectiva sacerdotal pueda iluminarnos en las tareas de FERMENTACION EVANGELICA DE LOS AMBIENTES, todo ello en el marco de nuestras “IDEAS FUNDAMENTALES”

DEJARSE AMAR POR DIOS.
LA GRACIA
P. Emilio González R.
Asesor Eclesiastico S.Nacional de Panamá
Viceasesor Eclesiatico OMCC

Hay en el hombre un deseo profundo de felicidad y realización, sed de infinito; para ello establece proyectos, selecciona  objetivos y metas, y en cuanto los logra, siente la imperiosa necesidad de volver a comenzar para poder satisfacer sus necesidades profundas. Es un ser insatisfecho que no puede encontrar en nada ni en nadie, el todo que lo satisfaga definitivamente. En este proceso continuo, experimenta la impotencia de ser inconstante en el bien, la incapacidad de cumplir los buenos propósitos establecidos y la experiencia propia de fracaso personal.

Cada uno con su historia personal llega al Cursillo, con miedos, dudas, prejuicios y aprehensiones; pero con un anhelo profundo de encontrar respuestas a las preguntas y necesidades que le plantea la existencia. Y es que el hombre necesita una razón para vivir, para amar, para sufrir y para morir; y cuando no encuentra esta razón, enferma de angustia y sin sentido. Para superar este sufrimiento, el hombre intenta comprar la felicidad con el consumismo, lo efímero y el goce de lo inmediato; solo agudiza su crisis existencial. La felicidad es dar lo mejor de sí. Solo cuando sabemos que venimos del amor y volvemos a él, superando el sufrimiento y la muerte, podemos dar lo mejor de nosotros mismos con desinterés y alegría. Es el momento iluminador que, por medio del Cursillo, la Gracia enciende el alma del participante.

El cursillista descubre que la Gracia es el mismo Dios que se da en su intimidad trinitaria para hacernos hijos en Cristo y liberarnos del pecado y de la muerte. Es la inhabitación de la Trinidad  en nosotros. Es la mejor perla preciosa que podemos tener en nuestra vida, y que nos prepara a dar respuesta a las inquietudes vitales y corresponder al amor divino.

El Catecismo de la Iglesia Católica testifica que “la gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada” (1996). Que “la gracia es la participación de la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria…” (1997).
“Vivir en la gracia es dignidad suprema, es alegría inefable, es garantía de paz, es ideal maravilloso y debe ser preocupación lógica de quien se llama discípulo de Cristo” (Juan Pablo II, Roma. Homilía a los universitarios, 18-XII-1979).

Ideas Fundamentales III nos dice que “la plenitud de la vida humana se encuentra en Dios. Solo Dios puede llenar el vacío del alma: Dios es Amor y quiere comunicar ese Amor al hombre, para que así tenga una vida nueva y plena. Dios se da en Jesucristo, por el Espíritu: en Él encontramos el amor, la vida de Dios, la Gracia… Ser cristiano es vivir la Gracia. La Gracia es el encuentro vital con Dios, con Jesucristo por el Espíritu, que colma nuestros más profundos anhelos de superación. La persona puede aceptar o rechazar ese encuentro, al aceptarlo se abre a una realidad nueva de estar en el mundo y de relacionarse con los demás, que se descubren como hermanos. El amor de Dios se hace fundamento de la vida.”  (242).

Esta es la grandeza de ser cristiano, y que descubre en el Cursillo, que es amado por Dios, dejarse amar por Dios. Es descubrir que Jesucristo está al otro lado de nuestras crisis existenciales, es Cristo vencedor del mal y de la muerte, que nos llama desde el otro lado de nuestros fracasos y de nuestra impotencia y nos invita a que con Él podemos vencer todas las esclavitudes, superar todas las decepciones. Con Cristo se vence al mal, con el bien, y alimenta el ansia de realización y de infinito depositado en el corazón humano. Dejemos que Él mismo lo diga: “Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso para sus vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga es ligera.” (Mt 11, 28-30).

Es Jesucristo quien se nos ofrece como culmen de nuestra ansia infinita y como liberador de nuestra impotencia. Esa es la Gracia que cada cristiano ha descubierto y vive desde el Cursillo. Es una amistad plena y continua con Jesucristo que no se puede sustituir por nada; es el gozo interior que devuelve la alegría, la paz y las ganas de vivir, de testificar y proclamar el amor de Dios,  lleva a ordenar el comportamiento y es lo fundamental que orienta toda la vida cristiana. Es el auténtico  ideal por la cual vale la pena vivir y morir.

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