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SAN ROMERO DE AMERICA


14 de Octubre de 2018.- Cursillos de Cristiandad tiene ya su Primer Santo Canonizado, San Oscar Arnulfo Romero


Luego de que firmara en marzo pasado el decreto del milagro por intercesión del arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980 por los escuadrones de la muerte mientras decía misa, hoy, 14 de Octubre de 2018,  el Papa Framncisco nos ha regalado al Movimiento de Cursillos de Cristiandad nuestro PRIMER SANTO CANONIZADO

Nacido en Ciudad Barrios, al este de El Salvador, el 15 de agosto de 1917, Mons. Óscar Arnulfo Romero, viviría el PRIMER CURSILLO DE CRISTIANDAD de San Salvador, siendo entonces párroco de Santo Domingo, en su entonces diocesis de San Miguel, donde continuaría con mucha fuerza y entusiasmo colaborando con su servicio sacerdotal en las actividades del Movimiento de Cursillos.

Nombrado Arzobispo de San Salvador por el Papa Pablo VI en 1977, su gobierno pastoral destacó por la defensa de los derechos humanos, en medio de una naciente guerra civil entre la guerrilla de izquierda y el gobierno de extrema derecha.

El 3 de febrero de 2015, el Papa Francisco reconoció su martirio y fue beatificado el 25 de mayo de ese mismo año por el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en la capital de El Salvador ante cientos de miles de fieles y presidentes de varios países reunidos en la plaza Salvador del Mundo. Durante la ceremonia se leyó una carta enviada por el papa Francisco en la que expresó que Romero fue capaz de “ver y oír el sufrimiento de su pueblo”, y que su comportamiento fue “un ejercicio pleno de caridad cristiana”. “En ese hermoso país centroamericano, bañado por el océano Pacífico, el Señor concedió a su Iglesia un obispo celoso que, amando a Dios y sirviendo a los hermanos, se convirtió en imagen de Cristo Buen Pastor”, escribió el Papa en la carta.

Su beatificación se había proclamado ya con un decreto en el que se reconocía el “martirio” de Romero “in odum fidei”, es decir, que fue asesinado por “odio a la fe” y por tanto sin necesidad de un milagro.

La curación inexplicable de una mujer embarazada fue además el milagro aprobado que confirma la declaración como santo al entonces Arzobispo de San Salvador. Se trata de una mujer salvadoreña con una enfermedad terminal y “condenada a morir”, pero que, sin embargo, sanó y dio a luz a un bebé sano.
El esposo de la mujer relató que comenzó a pedir la intercesión de Mons. Romero el 24 de mayo de 2015, el día en que fue beatificado en San Salvador. Para fines de agosto o principios de septiembre, la condición de su esposa había empeorado y los médicos hicieron la cesárea, temiendo que el niño pudiese morir.

"Hicieron la cesárea y esperaban que ella muriera", porque todas las pruebas indicaban que no sobreviviría. Las amistades también rezaban por la intercesión del beato "y después de cinco días, de manera inexplicable, esta mujer comienza a mejorar y se curó por completo".
‘San Romero de América’, como desde hace años llaman a Romero los salvadoreños, fue arzobispo de San Salvador, de 1977 hasta que fue asesinado el 24 de marzo de 1980, a los 62 años de edad, en la capilla del hospital de cáncer Divina Providencia de San Salvador, en los días previos al estallido del conflicto armado salvadoreño (1980-1992). Lo mataron durante una misa los escuadrones de la muerte, un grupo de extrema derecha de El Salvador. Los escuadrones fueron grupos paramilitares de extrema derecha, formados por militares y policías sin uniforme además de civiles, que atacaban a los opositores políticos al Gobierno durante la guerra en El Salvador.

Años más tarde moriría allí también, asesinado por militares, el jesuita español Ignacio Ellakuría, junto a otros miembros de la Compañía de Jesús que denunciaban la situación en el país.

En la década sucesiva, unos 70.000 salvadoreños murieron durante la guerra civil. “Al principio, fue considerado una opción conservadora como arzobispo, sin embargo, con el tiempo, cada vez denunciaba con mayor frecuencia las violaciones de los derechos humanos en El Salvador –sobre todo después del asesinato de su íntimo amigo, el padre Rutilio Grande, en marzo de 1977–”, explica Caritas Internationalis, que lo acogió como patrón después de su beatificación.

Durante sus tres años como arzobispo, Romero denunció reiteradamente la violencia y se pronunció a favor de las víctimas de la guerra civil. En un momento de fuerte censura de la prensa, sus programas de radio semanales eran a menudo la única manera para la gente pudiera conocer la verdad sobre las atrocidades que estaban ocurriendo en el país. Defendió el derecho de los pobres a exigir un cambio político, una posición que lo convirtió en un adversario problemático para los gobernantes del país.

Un mes antes de su asesinato, Romero escribió al presidente Jimmy Carter, instando a EE.UU. a que dejara de apoyar al gobierno salvadoreño e interrumpiera su suministro de armas y asesores militares. Y el día antes de su asesinato, instó a los soldados y policías no seguir las órdenes de matar a civiles, y a que detuvieran la represión: “Los campesinos que ustedes matan son sus propios hermanos y hermanas”.
Monseñor Romero criticó en una célebre homilía a los “cristianos de misa dominical y de semanas injustas”. Él quería cristianos coherentes, con gran sentido social. Y él fue un modelo de lo que predicaba. Sus colaboradores cercanos se preocupaban porque con su política de caridad hacia los pobres, la economía de las parroquias estaba con frecuencia en números rojos.

Siendo sacerdote en San Miguel varios le reprochaban por dar dinero a gente pobre, que fácilmente lo iban a emplear para emborrachase. No se olvida la respuesta que dio: “Prefiero equivocarme por dar una ayuda a quien no lo necesita, que, por estar dudando, negársela a quien sí lo necesita”.
Sin embargo, como arzobispo, habló claramente de que debemos ir más allá del mero asistencialismo; hay que fomentar la promoción humana y también trabajar por que se formulen políticas adecuadas y se logre incidir en las grandes decisiones que afectan a los pobres. La gente valoró su gran espíritu de pobreza, la sencillez de vida y su profunda solidaridad”, señala Mons. Gregorio Rosa Chávez, arzobispo de San Salvador en una entrevista el año pasado.
Se han necesitado 24 años de proceso para que monseñor Romero, símbolo de una Iglesia centrada en los pobres de Latinoamérica, sea proclamado Santo y solo con la llegada de Francisco se aceleró un proceso que contaba con muchas oposiciones.

En marzo de 1994 se abrió el proceso de beatificación del prelado y tras concluirse su fase diocesana, que redacta el informe sobre la vida, en 1997 pasó a la Congregación de la Doctrina de la Fe para que diese su autorización. El proceso vivió una fase de estancamiento hasta que en 2005 la Congregación para la Causa de los Santos dio el visto bueno para que continuase, y con la llegada del papa Francisco en marzo de 2013 hubo una aceleración de la beatificación de Romero.

El postulador (quien solicita al Vaticano la beatificación y canonización de una persona) de la causa del arzobispo de San Salvador, el obispo Vincenzo Paglia, explicó la enorme oposición contra Romero durante el proceso, señalando que durante estos largos años siempre se preguntó el porqué y que hoy llegó a la conclusión de que “tenía que llegar un Papa latinoamericano para canonizar a una personalidad como Romero”.

Romero fue beatificado tras aprobarse su condición de “mártir”, que fue además la que encontró más objeciones durante este proceso pues para un sector más conservador de la Iglesia beatificar a Romero habría sido como llevar a los altares a la Teología de la Liberación.